Erase una vez una niña que no era una niña muy limpia, ya que no se bañaba, no limpiaba su cuarto, etc.
A la pequeña le gustaba jugar fútbol y por su habilidad en el equipo la apodaban la abejita, pero su nombre real era Ana Gloria Rodríguez Sánchez, le decían abejita además porque era tan atenta al balón como una abeja lo es con la miel.
Un día jugó un partido, pero hacía tanto sol que le empezaban a caer gotas de sudor, aparte de eso se empezaba a sentir desaseada; así que corrió tan rápido que en un dos por tres llegó a la casa y le dijo a su mamá que si se podía meter a la ducha. Cuando de pronto, la mamá le dijo que se había ido el agua.
Pasó una hora y por fin llegó, Ana se metió a la ducha y se dio un baño que quedó reluciente; su cabello sucio y enredado quedó liso, limpio y sin enredos. Su piel quedó blanca como un copo de nieve, sus ojos negros brillaban más y sus pequeños labios rosados sonrieron de comodidad por la limpieza.
Así, Ana aprendió a ser limpia.
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